lunes, 26 de abril de 2010

El encuentro

Estaba mirando atentamente mientras llegaba a la términal de autobús de San Carlos de Bariloche. Antes de entrar se acomodó bien su camisa y corbata, y se sacó el polvo que se le había pegado con el viento. Frenó su metódico caminar por un instante, inhaló profundo y entró.

Una vez adentro miró bien pero no logró encontrarla, asique se dirigió hacia uno de los trabajadores de allí preguntandole por el colectivo que venía de Córdoba. "esta atrasado señor... en esta época del año las nevadas dificultan la entrada a la ciudad".... .... "Gracias".

Después de unos 5 minutos que estuvo esperando dentro se impacientó y salió a caminar poniendose el sobretodo nuevamente. El sol y el viento le daban en la cara que escondía muy bien la ansiedad que tenía. Miraba su reloj, la ruta en el horizonte y los colectivos que llegaban de a ratos a la terminal... ¿por que no llega? ¿se habrá arrepentido?... pero no seas tonto, porque se va a arrepentir. Además todavía ni llegó el colectivo, ¿como sabes que no se subió?... claro ¿por qué no se subiría?. Finalmente resignado se sentó a esperar en un banco que miraba hacia el lago. Esa vista lo calmaba y se acordaba como empezó todo..

Había sido una tarde de noviembre del año anterior, es decir 1981. Estaba visitando unos familiares de Buenos Aires y se había ido a matar unas horas libres sandwich en una biblioteca de Capital. Agarró un par de libros que ojeó y dejó enseguida, no había nada muy interesante. finalmente se topó con un libro que tenía unas anotaciones hechas en lápiz en los márgenes que lo atraparon. Había algo en los pensamientos anotados que le parecían muy interesantes. La caligrafía de las notas le daban la impresión de alguien inteligente, delicada y dulce. Cuando vió la hora que era se apresuró para llevarse el libro y buscar un taxi para ir al café en donde se encontraría con su heramana que de seguro ya lo estaba esperando, y estaba embarazada de mellizos! y yo acá con la mente perdida!! pobre! me va a querer matar!.... se reía solo al acordarse la situación. Todavía no llegaba el colevtivo... Siempre todos tarde en este pais!! bueno, habrá que seguir esperando. Vió el reloj, apenas habían pasado 3 minutos y 20 segundos desde que se había sentado (sí!, contaba los segundos). Me estoy volviendo loco!

Esa misma noche terminó de leer las anotaciones del libro al volver del café. Al terminar de leer el libro vió que estaba anotado el nombre de la que había sido la dueña: Giannina Patrignami. La hija de algún Italiano que vino escapando de la guerra (o de las secuelas) seguramente, pensó él. Con mucho esfuerzo y con la inversión de unos cuantos dólares logró obtener la dirección de la mujer en Córdoba capital. Le había mandado una carta presentandose invitandola a escribirse. ¡Cuánto trabajo le había llevado esa corta carta!, había puesto todo su esfuerzo en no parecer algún psicópata que la seguiría como un loco... al parecer no le pareció eso a la mujer ya que al poco tiempo recibió una respuesta a su residencia en Bariloche. Y así estuvieron ida y vuelta por un mes y medio más o menos, todo iba muy bien hasta que llegó abril... a él lo embarcaron hacía las Malvinas. A muchos de sus amigos y conocidos también (éran todo jóvenes). Qué desesperación que tenía! en el frío y húmedo viaje lo único que podía pensar éra en Giannina. Él le mando una carta desde las islas diciendo que al volver (si volvía pensaba él aunque no lo escribía) quería conocerla personalmente, que se estaba enamorando de ella. Ella le escribió varias veces mientras estaba en las islas pero jamás las recibió, como no tenía respuestas ella dejó de escribir.

Pasaron las horas, los días, las semanas que parecían sin fin. ¿Cuándo terminaría todo ese sufrimiento? Entre la guerra y silencio de su amada se sentía desolado. Pero junto con Junio llegó su alivio, el oficial a cargo de su unidad les anunció la rendición Argentina y que pronto estarían de vuelta. A las pocas semanas volvío al continente y a su ciudad. En seguida le escribió a Giannina diciendo que estaba de vuelta y que estaba deseoso de poder conocerla pronto. Ella aliviada de que por fin tuvo noticias de él le dijo que se iría a Bariloche, el colectivo llegaba a la terminal a las 16 hs. del día 12 de Agosto. Élla llevaría una rosa roja en el abrigo para que la identificara. Y son las 16:15 hs. y todavía no la he visto! espero que no le haya pasado nada al colectivo, esa ruta es tan traicionera!... No digas esas cosas!!

Su mirada no se apartaba de la ruta, excepto para ver las agujas de reloj moverse lentamente (¿moverse lentamente? si siempre se mueven igual). Ruta, reloj, ruta, reloj... ya eran las 16:20, se estaba levantando para entrar a la terminal a preguntar de vuelta a ver que pasaba, cuando derrepente vió entrando un colectivo que decía: Córdoba-Bariloche. Su corazón pegó un salto tan grande que pensó que le saldría por la boca. Debe de ser ese! seguro que es ese! que nervios!.... concentrate! buscá la rosa roja en el abrigo.

De a poco iban bajando del micro hasta que había unas cuantas personas alrededor entre viajantes y familiares y amigos que recibían con besos y abrazos y pronto era un murmullo de voces encendidas de entusiasmo y algunas con lágrimas de alegría (siempre hay alguna tía o abuela sensible). De pronto vio salir de ese tumlto una jovencita hermosa. Tenía ojos azules con mirada dulce, cabello ondulado y morocho y un rostro tan tierno que al verla se quedó atónito viendola. Casi en seguida se recompuso al darse cuenta que caminaba hacía él. "¿vas hacia allá bombón?"... se quedó mudo, no lo podía creer. Estaba por seguirla cuando vió detrás de ella una mujer con una rosa roja en el abrigo. Era ella, Giannina, una mujer de unos 40 años, no muy linda pero de rostro simpático e inteligente. No sabía que hacer y mientras la joven ya lo había cruzado y se estaba alejando. No dudó mas, agarro con firmeza el libro de Giannina que usaría para identificarse y fue hacia ella. Al final yo me enamoré de ella sin verla, ¿porque debería ser diferente ahora?, ella me acompaño y espero sinceramente cuando estuve en Las Malvinas, no la puedo dejar ahora que se vino para conocerme por ir tras la hermosa joven.

Ella parecía no reconocerlo a pesar de que tenía el libro visible. Se acercó un poco más y se presento a ella, tratando de que su voz no suene a defraudado. Pero con cada palabra se convencía de que esa éra la impresión que estaba causando. Al terminar de presentarse la invitó a salir. La mujer con cara desconcertada le dijo que no estaba segura de que es lo que estaba pasabdo pero que la jovencita que acababa de pasar le había pedido en el micro que al bajarse usara esa rosa y que si me invitaba a salir le dijera que élla lo espera en el café que hay aca en frente...

martes, 13 de abril de 2010

El pianista

Hace ya muchos años, en la Patagonia vivía una joven hija de un terrateniente de muy buena posición socio-económica. Ella era una chica de hermosos ojos azules y cabello moreno, de sonrisa dulce y cautivante. Ella soñaba casi todos los días con salir a viajar para conocer el mundo, hacer nuevas amistades y conocer el amor. Como era una muchacha, no podía salir a conocer el mundo. Ella se desahogaba pasándose tardes enteras tocando su piano. Con la música ella escapaba por algunos momentos de la realidad, podía olvidarse de todas sus preocupaciones.

Una lluviosa noche de agosto mientras ella estaba en la sala del piano tocando llamó a la puerta un hombre. Mientras las criadas fueron a ver quién era ella dejo de tocar y se puso a escuchar para ver quién era, ya que no era común que alguien este de visita a esa hora. Cuando abrieron vieron a un hombre barbudo, medio desarreglado (aunque no era vagabundo), muy mojado y bastante flaco. Entre sus débiles palabras se llegó a entender que andaba buscando un lugar para pasar la noche. Por el aspecto que tenía las criadas dudaban si dejarlo pasar o no, pero la muchacha tuvo compasión del pobre hombre y corrió a la puerta para que lo dejen entrar. Las criadas lo llevaron a una de las habitaciones de huéspedes y el hombre se durmió en seguida.

Después de que haya dormido y comido el hombre recobró un poco sus fuerzas, aunque su respiración seguía siendo pesada y tenía sudores fríos. Los padres de la joven lo atosigaron con preguntas apenas pudo hablar un poco más. Ahí se entraron que no era un vagabundo, la familia lo había rechazado y por eso no tenía donde ir. Cuando le preguntaron de su estado de salud él dijo que solo se había resfriado por la lluvia.

La chica iba seguido a la habitación donde se hospedaba el extraño para ver que estuviese bien. Así fue que hablaban bastante y ella así se entero que era un pianista y que su familia lo había rechazado porque tenía tuberculosis.

Enseguida fue a sus padres a pedirles que llamen a un médico para que atendiera al pobre hombre, pero ellos se negaron argumentando que era un gran gasto y el hombre era un extraño sin ningún status. El desconsuelo que tuvo es inexplicable, pero ella decidió cuidarlo de todas formas. Ya a esta altura ella se estaba enamorando del hombre y él de ella. Con la ayuda de sus criadas llevo su piano a la habitación de huéspedes. Todas las tardes ella iba y tocaba el piano para su amado. Así pasaban los días y los meses, y los padres de ella se empiezan a preocupar por la salud de su hija, por lo tanto le prohibieron entrar a la habitación.

Ella lo seguía viendo a escondidas por unas semanas hasta que no aguantó más y se escapó con él a una iglesia que habían construido los jesuitas por ahí cerca. Allí los recibieron enseguida y les dieron una habitación para que se hospedaran. Los días se les hacían largos en aquél lugar y ella se estaba cansando ya que estaba las 24 horas dedicada a cuidarlo. Mientras tanto la situación de él no mejoraba, al contrario, estaba cada día peor. Su respiración era cada vez más pesada, hasta se le entrecortaba a veces, tosía cada vez más. Estaba muy débil y sabía que no iba a mejorar, que le quedaba poco tiempo. Ambos lo sabían aunque nunca lo mencionaban…

Habían encontrado un piano en la iglesia que se usaba para tocar coros. Se podía usar un rato por día, asique ella como siempre le tocaba alguna pieza. Enfermo y débil como estaba, cuando ella tocaba, parecía recuperar el ánimo y hasta podía sonreír. Una tarde de Octubre, él le pidió en un susurro que le traiga el piano al lado de su cama. Ella con la ayuda de algunos monjes se lo llevaron y él con muchísima dificultad se incorporó y se puso a tocar la pieza favorita de la joven, “raindrops” de Chopin. Ella lloraba confundida entre la alegría y la tristeza porque sabía que le quedaba poco tiempo a su amado. Al terminar la besa y se vuelve a acostar diciéndole que la amaba y que él siempre estaría con ella en esa melodía…

http://www.youtube.com/watch#!videos=7OP2OGS7gKg&v=OcIMvliWM2I

martes, 6 de abril de 2010

Eduardo Bork

Eduardo Bork era uno de los tantos inmigrantes europeos que poblaron la Patagonia Argentina. Era un Alemán que en su juventud había sido marinero. Era distinguido entre los locales por su coraje y serenidad.

En una ocasión estaban explorando la zona de la cuenca del río Santa Cruz él y un compañero de trabajo suyo. Habían dejado un bote atado en las orillas del río y se habían ido a cazar. Al regresar con un guanaco se encontraron con que se había soltado el bote y que estaba en la otra orilla. Por suerte había unas rocas que sobresalían río abajo que habían frenado al bote, de otro modo con las corrientes que tiene ese río ya lo hubiesen perdido junto con las provisiones, entre ellas la sal, imprescindible para matar la "catinga" de las carnes.

La única forma de buscar las imprescindibles provisiones era cruzar el río nadando. El río Santa Cruz es conocido en la zona por lo peligroso que puede ser: muy frío y con correntadas muy fuertes, pero esto no pareció importarle a Eduardo que sin dudar se metió y venció valientemente la corriente y el frío. Recordadno la hazaña años más tarde decía que el cruce nadando era poca cosa en comparación con la vuelta casi desnudo en el bote con el viento helado sumado al frío que ya tenía del agua casi congelada del río. Casi me mato el frío -dijo él-. al llegar a la otra orilla hubiese dado cualquier cosa por una botella de whisky.

En otra ocasión, más al norte, Bork fue junto a otros dos hombre a buscar un toro salvaje que se había mezclado con los novillos mansos. Se conoce de un sólo hombre en la Patagonia que haya enlazado un toro salvaje. Ellos optaron por lo más seguro: un máuser y diez balas.

La tropa era un gran lío que mugía y se ponía cada vez mas nerviosa. Él índigena que tenía el arma ya había disparado 9 de las 10 balas sin herir de gravedad al toro que ahora además de salvaje estaba enfurecido. En una de esas el toro cargó contra el indio que se mezclo entre la tropa antes que arriesgar su última bala.

Después de esto decidieron que Eduardo se escondería entre unas matas con el máuser y los otros dos intentarían arrear con sus caballos al toro hacia él. A los 2 o 3 minutos el alemán se había cansado y había salido a buscar al toro que lo vió antes que él a la bestia. Éste cargo contra él sin darle tiempo a reaccionar. Le dió un topetazo tan fuerte que salió volando y aterrizo en unas matas de calafate (que los salvaron porque el toro no podía llegar ahí). Por userte tenía los cuernos tan abiertos que no llegó a lastimarlo con ellos. Tan pronto el toro se dió cuenta que su víctima estaba fuera de alcance se fue para otro lado y sus dos compañeros pudieron ayudarlo a salir de la espinoza mata.

Apenas se vió libre salió al descampado gritando furioso para encontrar al toro. Al instante casi lo encaró el toro que corría con una potencia descomunal. Del otro lado estaba Eduardo con el máuser al hombro esperando a la bestia con una serenidad increíble. Fueron segundos que parecían horas. Cuándo el toro estaba a unos 25-30 metros se escuchó el disparo. La inercia del animal era tan fuerte que frenó a unos pocos metros de Bork, parecía de película.

Éstas son sólo algunas de las aventuras de Eduardo Bork, uno de aquellos que quisieron domar a esta tierra salvaje y solitaria.